Durante siglos se han utilizado como utensilios para beber el vino, cubiletes de estaño, de plata o de plata dorada, como los usados actualmente en las iglesias. En ellos vertía el vino el escanciador sin ningún tipo de finura. Con el tiempo, va surgiendo la necesidad de mostrar el líquido que albergan en su interior tales utensilios para saber lo que se está bebiendo y se empieza a imponer el cristal.
Sin embargo, la forma de la copa de cristal no es indiferente a la hora de exaltar o de anular las cualidades de un vino, y es que cada vino requiere una copa determinada, al igual que cada persona requiere de una vestimenta diferente según la ocasión.
Por lo tanto, no sólo es necesaria la transparencia en el utensilio que alberga al vino, sino también la forma.
Las formas abiertas suelen dejar escapar los perfumes del vino, y por eso empezaron a proliferar las copas en forma de tulipán, con la parte superior cerrada ligeramente para retener las esencias. Suele emplearse para apreciar los olores del vino una copa más alta que ancha, de volumen suficiente y ligeramente elíptica.
Las formas preferidas
Las copas sobrias (de cristal liso y fino) son preferibles a las de cristal tallado para apreciar adecuadamente los matices del vino cuando inclinamos la copa.
Entre el cuerpo de la copa y el pie plano de la misma, debe mediar una fina columna de cristal para permitirnos sostenerla sin calentar el vino facilitar su rotación, para lo cual se sostiene la copa por su pie circular.
Debe llenarse hasta poco más de un tercio de su capacidad para que quede una cámara de aire en la parte superior donde se concentran los aromas.
En las comidas puede emplearse una copa para el agua y una para cada vino (aunque normalmente basta con una copa para blancos y otra para tintos). Y si además se sirve cava o champagne se pondrán también copas altas de tulipa.
Tipos
La International Standard Organization (ISO), ha creado una copa llamada catavinos ISO, recomendada para catas profesionales, y donde se limita la influencia de la copa sobre las sensaciones olfativas y gustativas a la hora de la cata.
Las copas “impitoyables” , que curiosamente no tienen pie ni columna de sustentación, “radiografían” todo tipo de vinos y revelan todos los defectos que pudiera tener, ya que el vino queda al desnudo ante este tipo de copas. Sólo suelen emplearse para catas profesionales, ya que no están concebidas para la degustación y el placer.
Para vinos blancos suelen emplearse copas más altas, en forma de tulipa o catavinos para apreciar bien los aromas, mientras que para los tintos se prefieren más anchas para apreciar bien el color y los matices del pigmento. Dentro de estos a su vez, destacamos la botella Bordolesa, grande y esbelta. Es adecuada para vinos tintos jóvenes o de media crianza. Su forma permite también utilizarla para vinos picantes ya que es capaz de retener la espuma; y la copa en forma de balón, que es la que se utiliza para vinos tintos viejos. Debe llenarse solo hasta la mitad, para permitir que el vino se oxigene y así evidenciar todo su aroma y sabor.
Por último hay que recordar que las copas requieren de un lavado cuidadoso, y frente al uso de lavavajillas y detergente, se recomienda un lavado con agua caliente y un buen aclarado, y para una limpieza a fondo es mejor utilizar alcohol de vino.
Y si han estado mucho tiempo guardadas, se recomienda lavarlas con agua fresca y un secado cuidadoso.
Cuando se vayan a escurrir se recomienda posarlas sobre su pie o colgarlas por el pie, y que pueda entrar en ellas el aire, porque si se escurren boca abajo en contacto con una superficie, quedará un aire viciado y puede dar lugar a malos olores que luego impedirán una correcta degustación del vino.